Lucía Barbudo
Querida amiga putófoba,
perdona que no te haya escrito antes, ¡ahora tenemos muchodemasiado sobre
lo que ponernos al día!
Hoy es el Día Internacional contra la violencia hacia las Trabajadoras
Sexuales y me ha parecido una fecha lo suficientemente reseñable como para
sacudirme la pereza que a veces me invade cuando tengo que escribirte.
Perdóname la pereza, hablar es importante, de hecho, la política, básicamente,
consiste en dialogarnos.
Me gustaría retomar esto que te he oído y leído, en tus días no-violentos
(ojalá tengas más) y más diplomáticos, de que tú «no estás en contra de las
putas», que tú «de lo que estás en contra es de la prostitución».
Desgraciadamente, mientras que la prostitución puede ser debatida a nivel
de idea/situación o sustantivo abstracto o discurso político sobre el que
teorizar forever, las putas son seres humanos bien concretos y tangibles, la
realidad de las trabajadoras sexuales se materializa en cosas tan poco
abstractas como llenar el frigorífico, pagar las facturas y tener listos y
forrados los libros del cole al principio de cada curso. No es de teorías en el
aire de lo que estamos hablando, es de personas aterrizadas en los devenires de
lo práctico, nena, como tú y como yo. ¡Ay si vinieran a nosotras a teorizarnos
la existencia! ¡No habría mierdas suficientes para todes a lxs que habría que
mandar allí!
Te digo esto para explicarte que tu frase es una memez sin sentido que ni
dialécticamente se sostiene.
Estar en contra de la prostitución lleva, querida, a posicionarse en contra
de que existan las putas. Efectivamente, sin putas no hay prostitución.
Llegadas a este punto, no creo que proceda debatir la existencia de seres
humanos; ni su existencia ni su exterminio, que si no estaríamos dándole al
rewind y al play a las cintas de casette de las conversaciones chungas allende
la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich.
Sin maricas ni bolleras (seres humanos) tampoco habría homosexualidad (como
ideario/imaginario) y no se puede estar en contra de la homosexualidad (como
régimen que atenta contra la familia y la extinción de la humanidad, que
argumentan algunOs) apoyando a las maricas y a las bolleras. Hasta aquí creo
que se entiende. ¿Te acuerdas del meme ese de «A mí me da igual que los gays
tomen café y tostadas pero que no lo llamen desayuno»? Qué risa. Pues eso.
No obstante, y aclarado que estar en contra de la prostitución comporta
estar en contra de la existencia de las putas, me parece que el debate
prostitución sí/prostitución no como mundo/horizonte deseable es un melón que
me apetece muchísimo abrir.
Lo dejó ahí para la siguiente misiva.
Zorroridad, hermana.
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