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lunes, 17 de agosto de 2020

LAS NARRATIVAS DEL MIEDO


Asger Jorn. Letter to my Son (1956)

Lucía Barbudo

Dos personas caminan juntas cogidas de la mano. De una de las manos sale una correa y de la correa sale un perro. Van en dirección a un sendero que marca una ruta de 1.3km. Las dos personas llevan mascarilla. 
 
Semáforo en rojo. En el coche de al lado va una persona conduciendo. Esa persona lleva mascarilla. 
 
En una carretera comarcal de Galicia, entre dos pueblos, una persona de unos setenta u ochenta años empuja un carro de la compra por el borde de la carretera. La adelanto con el coche. Lleva mascarilla. 
 
A unos veinte metros de mí, con una parcela entre medias vacía que no se va a ocupar, veo a una familia montando su tienda en el camping. Todxs llevan mascarilla. 
 
Podría seguir así y rellenar varios folios. 
 
No te puedes acercar a ninguna de estas personas a preguntarles por qué llevan la mascarilla porque lo que te van a dar no son razones. Una persona sola o una familia que en un entorno seguro lleva mascarilla lo que tiene no son razones, lo que tiene es miedo. 
 
No creo que yo esté por encima de las narrativas del miedo, simplemente he visto menos la televisión. Si hubiese seguido las mismas horas de película de terror que esas personas, seguramente yo habría pasado el confinamiento en mi casa abriendo los pomos de las puertas con los codos, lavando los cartones de leche con lejía a la vuelta del supermercado y mi hijo no habría visto a su abuela por miedo a matarla. ¿Se puede pensar algo más perverso que un nieto matando a su abuela? ¿Hay algún relato más espeluznante? Y sin embargo, así ha sido para muchas personas. 
 
Creo que de una verdad se han utilizado un sin fin de figuras retóricas para hacer mucha literatura. Un virus una enfermedad un contagio una muerte es real. Las personas que he descrito más arriba viven una amenaza irreal. Me parece deleznable que se resuciten estrategias político-cognitivas de 1945 para teledirigir personas a base de buenas dosis de miedo. Es inmoral. Me da muchísima tristeza el miedo gratis y más inoculado en personas mayores, quizás porque se vive más de cerca con eso de que la muerte sea algo más que una simple posiblidad. Ser parte de la estadística es más terrorífico que ser parte de la posibilidad. 
 
Me gustaría escribir más sobre el miedo, contrariamente a lo que se pueda pensar (incluso conociéndome) soy una persona muy miedosa, pero he aprendido a vivir con el miedo como otro sentimiento más, natural y humano, pero no castrante ni discapacitante. Eso jamás. 
 
Podría resumir mi relación con el miedo de esta manera:
Una vez en el tren camino a Alicante para ir a ver a mi amiga Reme, mi hijo de 8 años me preguntó, a raíz de una conversación que estábamos teniendo: «Mami, ¿y si tengo miedo qué hago?», pensé en mí misma porque creo que a lxs niñxs les debemos honestidad y le dije: «Lo mismo, pero con miedo».
 
He tenido muchas veces mucho miedo de irme sola con mi mochila a viajar lejos. He llorado en la cola del check-in esperando mi billete y pensando en la posibilidad REAL de ser robada, violada, asesinada, de caer enferma estando sola. He tenido diálogos conmigo misma en los que me decía frases como: «A quién se le ocurre», «Qué irresponsable», «Esto es una locura» porque son muchos los guiones que las mujeres llevamos aprendidos sobre las cosas que nos pasan «por nuestra culpa» y es muy difícil trasladar las narrativas del miedo ligadas a la responsabilidad personal e identificar que las violencias no dependen de ti y hay que repetirse muchas veces, hasta creérselo, que no debemos esperar por eso que ningún castigo nos aleccione las ganas de hacer cosas. Que eso no es ser irresponsable, que eso es algo tan sencillo como vivir. 
 
Mucha gente pensará que estoy mezclando miedos; yo creo que las aguas subterráneas que corren por los miedos que vivimos en paralelo son comunes. Con amenazas reales se construyen relatos que nos paralizan o que nos angustian el día a día. 
 
Creo que estaría bien dialogarnos el miedo y darle una vuelta a los guiones sobre la responsabilidad, tantas veces equivocados.

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