Por Lucía Barbudo
Coordinadora Anti Represión RM
Las medidas restrictivas tomadas desde que se desató la COVID-19 se han justificado, básicamente, desde estas dos premisas:
1. Hay que proteger a la población: la población es como un niño pequeño al que cuidar, por la salud del cual tiene que velar papá Estado. Papá Estado cuida, protege y vela por la salud y el bienestar del cuidadano-niño y de la cuidadana-niña. Lxs cuidadanxs son buenxs cuando son obedientes, como lxs niñxs.
Surge así el modelo de una ciudadanía infantilizada, convenientemente asustada, necesariamente controlada y tutelada por papá Estado como nunca jamás antes en un marco legal garantista de derechos y libertades, es decir, como nunca jamás antes en democracia.
2. La población no sabe, la población no entiende, por eso la población necesita normas y necesita amenazas que preserven y aseguren el cumplimiento de las normas.
Porque la premisa es que la población es imbécil, ignorante y que sin castigo ni amenazas la población no entendería lo que tiene que hacer, porque sin castigo ni amenazas esto sería un sin dios. Un caos. Un descontrol. La población entiende si sacas los tanques a la autovía, la población entiende si pones policía a todas horas por las calles, la población entiende las multas, por eso hay que ponerlas.
Me pregunto qué pasará cuando lleguen otra vez las elecciones y volvamos a ser población adulta, cuando volvamos a ser otra vez mayores para «decidir» ( sí, las comillas me parecen necesarias). Me pregunto cómo casan estas dos narrativas tan dispares y contradictorias, cómo pueden convivir sin que se nos levanten todas las cejas del cuerpo. Cómo podemos ser infantilizados y tutelados por un lado (porque somos imbéciles e ignorantes y pequeñxs y no sabemos nada) y cómo nos pueden dar la responsabilidad de llevarnos a las urnas a decidir quién queremos que nos represente y nos gobierne.
Me gustaría que alguien que crea en las urnas y crea en las medidas restrictivas me explique esta cuestión. Cómo se acuesta uno imbécil y se levanta lúcido. Cómo es un niño irresponsable con toque de queda a las diez de la noche pero se levanta al día siguiente siendo un adulto funcional que va a ejercer su derecho a contribuir con el ejercicio más libre que pueda imaginar una democracia: el derecho al voto. ¿Qué puede pasar si la población irresponsable va a votar?
Las elecciones catalanas se celebrarán el próximo domingo 14 de febrero. Es tiempo de renovar la ilusión de creer en el sistema democrático. No olviden acudir enamorados y enamoradas a las urnas. La fecha, el momento histórico y el análisis de la situación lo merecen.
1. Hay que proteger a la población: la población es como un niño pequeño al que cuidar, por la salud del cual tiene que velar papá Estado. Papá Estado cuida, protege y vela por la salud y el bienestar del cuidadano-niño y de la cuidadana-niña. Lxs cuidadanxs son buenxs cuando son obedientes, como lxs niñxs.
Surge así el modelo de una ciudadanía infantilizada, convenientemente asustada, necesariamente controlada y tutelada por papá Estado como nunca jamás antes en un marco legal garantista de derechos y libertades, es decir, como nunca jamás antes en democracia.
2. La población no sabe, la población no entiende, por eso la población necesita normas y necesita amenazas que preserven y aseguren el cumplimiento de las normas.
Porque la premisa es que la población es imbécil, ignorante y que sin castigo ni amenazas la población no entendería lo que tiene que hacer, porque sin castigo ni amenazas esto sería un sin dios. Un caos. Un descontrol. La población entiende si sacas los tanques a la autovía, la población entiende si pones policía a todas horas por las calles, la población entiende las multas, por eso hay que ponerlas.
Es decir, la población entiende las lógicas punitivistas y habla el lenguaje del castigo.
Me pregunto qué pasará cuando lleguen otra vez las elecciones y volvamos a ser población adulta, cuando volvamos a ser otra vez mayores para «decidir» ( sí, las comillas me parecen necesarias). Me pregunto cómo casan estas dos narrativas tan dispares y contradictorias, cómo pueden convivir sin que se nos levanten todas las cejas del cuerpo. Cómo podemos ser infantilizados y tutelados por un lado (porque somos imbéciles e ignorantes y pequeñxs y no sabemos nada) y cómo nos pueden dar la responsabilidad de llevarnos a las urnas a decidir quién queremos que nos represente y nos gobierne.
¿Somos adultxs funcionales para decidir? ¿O somos imbéciles que vivimos bajo lógicas infantiles y necesitamos de permanente tutelaje? ¿Sabemos o ignoramos? ¿Decidimos o no decidimos? ¿En qué quedamos?
Me gustaría que alguien que crea en las urnas y crea en las medidas restrictivas me explique esta cuestión. Cómo se acuesta uno imbécil y se levanta lúcido. Cómo es un niño irresponsable con toque de queda a las diez de la noche pero se levanta al día siguiente siendo un adulto funcional que va a ejercer su derecho a contribuir con el ejercicio más libre que pueda imaginar una democracia: el derecho al voto. ¿Qué puede pasar si la población irresponsable va a votar?
Las elecciones catalanas se celebrarán el próximo domingo 14 de febrero. Es tiempo de renovar la ilusión de creer en el sistema democrático. No olviden acudir enamorados y enamoradas a las urnas. La fecha, el momento histórico y el análisis de la situación lo merecen.
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