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domingo, 20 de noviembre de 2022

'Un lugar en la cumbre', palabras clave: guaperas clase obrera, niñata rica, madurita demasiada mujer, lucha de clases, edadismo, free cinema



Alice Aisgill (Simone Signoret), demasiada mujer

Carla Boyera

Dirigida por Jack Clayton y basada en la novela homónima de John Braine, 'Un lugar en la cumbre' (1959) está considerada una de las mejores películas de la historia del cine británico, obra culmen del movimiento cinematográfico conocido como ‘free cinema’. Este movimiento empezó a forjarse a finales de la década de los 50 y pugnaba por rebelarse contra el puritanismo y el conservadurismo proponiendo películas que se alejaran del canon cinematográfico hollywoodiense al tiempo que criticaban la sociedad británica de posguerra. El ‘free cinema’ fue principalmente un cine social que reivindicaba la conciencia de clase mediante guiones que problematizaban las mugres de la época: desigualdades económico-sociales, corrupción, injusticias. La estética, casi documental en ocasiones, consigue aterrizarnos en lo cotidiano-mundano y facilita la identificación con los personajes; poco artificio, mucho neorrealismo italiano; adiós a las estrellas de Hollywood y a sus vidas irreales de glamuroso privilegio con las que las espectadoras no tenemos nada que ver.

La magnífica interpretación de Simone Signoret le valió un Óscar, un BAFTA y un premio a la interpretación femenina en el Festival de Cannes. A esta prolífica actriz, con más de cuarenta trabajos interpretativos en su carrera, le fueron asignados en varias de sus películas (sobre todo en las iniciales) papeles de prostituta que, según decían, encajaban con su físico y con su carácter. Me pregunto qué carácter hay que tener para que te den trabajos de puta en el cine y si no podemos deducir desde ahí que los directoros tenían carácter (quizás también físico) de puteros y/o de proxenetas.


Alice y Joe, edadismo y subversión

Joe Lampton (Laurence Harvey), esperando prosperar y dejar atrás las miserias de su contexto familiar de clase trabajadora sin recursos, llega a la ciudad de Warnley con la ambición por delante, con hambre de comerse el mundo. Las primeras imágenes de la película nos ofrecen una panorámica de la ciudad como metáfora de posibilidades. Joe sale del taxi mirando hacia arriba, siguiendo con los ojos las agujas de los altos edificios y subiendo las escaleras que lo conducirán hasta su nuevo empleo; está buscando su lugar en la cumbre, y lo hará ni más ni menos que tirando de su capital erótico: Joe es un guaperas clase obrera.

La primera conversación con su nuevo jefe da forma a los discursos clasistas en la dualidad pueblo/ciudad. El sentimiento de superioridad de aquellos que habitan la cumbre y el consecuente desprecio por la clase trabajadora queda más enfatizado aún si cabe por una procedencia pueblerina. Por otro lado, una visita fugaz de Joe a su pueblo nos deja con una frase demoledora pronunciada por su tía: “Te puedes enamorar de quien quieras, pero no tienes derecho a enamorarte de su dinero”. El orgullo de clase trabajadora y las ansias capitalistas no casan bien.

Susan Brown es la niñata rica a partir de la cual se activan las narrativas de cómo el privilegio y el poder se heredan entre la clase alta blanca, la importancia de la sangre y la responsabilidad que acarrean los genes. Mientras la vemos peinándose en su camerino, con Joe acechándola desde el quicio de la puerta como un león, sabemos que esta cervatilla se configura presa fácil: cuando ser rica va de la mano con ser complaciente con el género masculino y extremadamente naive, el peaje que se paga es no saber defenderte sola en un mundo de machos interesados. No se puede ser la niñita de papá sin que eso tenga nefastas consecuencias sobre la propia agencia: ser forever infantilizada significa estar siempre protegida, pero con papaíto moviendo los hilos de tu vida por ti.

Aunque el 'free cinema' fuera rupturista en muchos aspectos, hay que señalar que en esta película no se escatimaron comentarios machistas y misóginos en conversaciones con un alto nivel de objetualización y cosificación de las mujeres. Pero no solo los personajes jóvenes y ambiciosos de la película ven a las mujeres como una buena tirolina hacia el éxito; en el Régimen Heterosexual también hay Black Friday para los más mayores: son los pactos entre el patriarcado y el capital. Así, veremos a los dos machos recelosos de sus hembras-propiedad (el padre de Susan y el marido de Alice, protectores de su herencia y protectores de su ego, respectivamente) desplegando las mejores ofertas para Joe, un pretendiente harto molesto.


Otro fotograma de 'Un lugar en la cumbre'

Joe se apunta a un club de teatro en un intento de acercarse a Susan sin sospechar que allí conocerá a la tremenda mujer que es Alice Aisgill, una madura de edad indeterminada con la que Joe puede bajar la guardia y mostrarse tal y como es, sin complejos de clase. Alice lo trata como a un igual, sin condescendencia, y qué gusto ver que una mujer puede ser arrebatadoramente seductora sin necesidad de empequeñecerse o bobalizarse. Es la voz de Alice la más interesante de toda la película, la que pronuncia verdades y juicios certeros, aunque vayan en contra del interés de sus propios sentimientos. Alice no engaña ni se deja engañar y hasta para su marido es claro que la amistad con Joe se ha hecho tan grande que ha tomado proporciones románticas. Una historia de amor subversiva que rompe con el cliché de la diferencia de edad en las parejas heterosexuales porque ella es mayor que él. Mientras la relación de Joe y Susan nos provoca bostezos y sus conversaciones son aburridamente previsibles e insustanciales, los minutos entre Joe y Alice se desarrollan en diálogos más transgresores, intensos y profundos, aunque no exentos del cliché de los celos y la pertenencia.

Alice es demasiada mujer y se come a Joe con patatas, poniéndolo en su sitio ante sus (in)coherencias de macho y sus contradicciones de clase, sin cuidar su frágil masculinidad. “¿Por qué demonios tienes que ser tan honesta?”, dice un Joe que se queja de lo que no quiere oír. Una mujer fuerte, resiliente, carismática, culta, inteligente, independiente y autónoma pese a estar atada: su marido la odia lo suficiente como para no querer verla ni libre ni feliz, y la tiene tan configurada como su propiedad que no está dispuesto a dejarla marchar. Como en todas las relaciones de poder, no hay amor.

El triángulo protagonizado por Susan-Joe-Alice nos revela el poder del capitalismo emergente tras la Segunda Guerra Mundial para posibilitar la existencia o legitimar los vínculos sexoafectivos. Las jerarquías que delimitan y definen las relaciones de subordinación/dominación atraviesan a les tres protagonistas por igual aunque de manera muy diferente. Las narrativas de la libertad asociadas al dinero están entre los mayores logros del capitalismo; unas lógicas tan viejas como capitalistas pero de tal potencia que todavía hoy son realidad.

¿Qué final nos tienen reservado los guiones que capitalizan nuestros trabajos, nuestras relaciones, nuestras vidas, nuestro futuro? Habrá que ver el final de esta película para tomar buena nota y aprender a formular nuestros deseos antes de soplar la vela de lo que queremos que nos pase. O no.


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