Lucía Barbudo
Llevaba ya tiempo queriendo leer y formarme sobre FEMINISMO ISLÁMICO. Recientemente, con todo lo sucedido en Irán por el asesinato de #mashaamini y la cuestión del uso obligatorio del hiyab, me he decidido a empezar unas lecturas. Os las comparto por si os interesa leer más sobre el tema.
Porque, recordad amiguis, una opinión no formada es un prejuicio o, lo que es lo mismo, una mierda pinchada en un palo.
Mientras no pueda lavarme los ojos con lejía para tener la mirada limpia de prejuicios, sólo me queda leer-pensar y escuchar-pensar a aquellas que, desde la mirada racista, colonial e imperialista, llamamos con mayúsculas Las Otras.
Zahra Ali, Amina Wadud, Margot Badran, Asma Lamrabet, Asma Varias, Ziba Mir-Hosseini, Zainah Anwar, Omaima Abou-Bakr, Saida Kada, Hanane al-Laham son la Otredad que reflexiona e investiga en estas páginas.
«Descolonizar y renovar el feminismo» es el título que cierra a modo de conclusión, y difícilmente se podría resumir mejor. Esta colección de voces de mujeres musulmanas creyentes defienden que «feminismo islámico» no es ningún oxímoron y que es posible la emancipación de la mujer sin tener que separarse de las enseñanzas ni textos del Corán.
Como blancaeuropea me resulta costoso desprenderme de las lógicas racistas y coloniales que se me inculcaron y de las que todavía me beneficio en este lado VIP del privilegio (como los tíos del patriarcado); como blancoatea me resulta prácticamente imposible empatizar con cualquier religión hasta el punto de considerarla emancipadora o dejar de verla como un producto patriarcal. Aunque estoy aprendiendo que el islam -en esta revisitación que hacen las feministas arabo-musulmanas- no equivale a discriminación ni violencia contra la mujer, recelo de toda forma de autoridad, venga en el formato que venga, incluido el espiritual.
Aplaudo las críticas al feminismo blanco (a la blanquitud en general, feminista o no): «Al preferir apoyar la lógica islamófoba, estigmatizar el uso del velo y considerar a la cultura y religión musulmanas como sexistas en esencia, muchas feministas han caído en el mismo esencialismo y la misma dominación que ellas mismas han contribuido a deconstruir y denunciar. Tal y como demostraron las pioneras del Black Feminism (en la famosa frase “All the women are white, all the black are men"), la manera de sexuar un cuerpo es también una manera de racializarlo, y el feminismo, si no incluye en su análisis el cuestionamiento de otras formas de dominación, puede volverse racista.»
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Y otra lectura que he abordado sobre FEMINISMO ISLÁMICO: 'La cárcel del Feminismo. Hacia un feminismo islámico decolonial'
Me parece bastante rotundo que alguien decida escribir la palabra "cárcel" al lado de la palabra "feminismo". Si pienso en los disparates epistémicos (y sus consecuencias en la vida real) que se cometen en nombre del feminismo con el tutelaje, ninguneamiento, humillación o desautorización de la capacidad de agencia de otros sujetos políticos (como son las pvtas, las personas trans y no binarias y, más recientemente, las mujeres del mundo arabo-musulmán) creo que el nivel de violencia alcanzado por ese feminismo (que me asquea profundamente) le hace justicia a la metáfora de la prisión.
Efectivamente, esas formas de feminismo que son excluyentes, racistas, clasistas y asquerosa y supremacistamente blancas distan mucho de ser liberadoras para muchas.
Me gustaría rebobinar hasta el momento exacto en el que naturalicé que ser euroblanca me colocaba en el top de la pirámide emancipadora, convirtiéndome en hembra alfa depredadora de entender otras formas de liberación. Supongo que más que un momento concreto, es más bien un proceso de larga y lenta inoculación que te estalla en la cara cuando te acercas a la producción de pensadoras como Sirin Adlbi Sibai. Leerla me sirve para exorcizar las lógicas supremacistas/racistas/coloniales blancas que llevo dentro y me ayuda a pegarle fuego a todos esos contenedores llenos de todo lo que una vez creí que era cierto.
Estamos ante un trabajo de investigación brutal que abarca 10 años, realizado por una mente absolutamente brillante. En él se analiza, explica y desarrolla la premisa de que nos encontramos «bajo el yugo del monólogo occidental o el imperio de la anulación del Otro» con terribles implicaciones: quién puede hablar, cómo se puede hablar y sobre qué temas. Esto lleva al famoso «lugar de enunciación» sobre el que tantes otres autorxs y pensadorxs han hablado para legitimarse o reivindicarse como sujetos políticos.
Salir de la cárcel epistemológico-existencial del sistema-mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal; abandonar definitivamente el binomio tradición/modernidad (que ha construido, conveniente y racistamente, a la «mujer musulmana con hiyab»), y el oxímoron «feminismo islámico» es la ambiciosa propuesta de Sirin: «Necesitamos más que nunca una verdadera revolución decolonial y anticapitalista tanto en el núcleo del pensamiento arabo-musulmán como en los movimientos de mujeres musulmanas. La islamofobia se fundamenta en los discursos colonizadores desarrollistas, modernizadores, democratizadores, feministas liberales y «es en sí misma un fenómeno, un dispositivo, un aparato de poder enteramente atravesado por el género.»
Es muy complejo lo que desarrolla Sirin, simplificarlo para caer en debates polarizados facilones que obvien lo racista y lo colonial es no hacerle justicia a la autoridad intelectual de esta obra, además de faltarnos honestidad para asir la realidad.
Creo que es nuestra responsabilidad el estar alerta para evitar caer en conversaciones estúpidas que refuerzan y repiten prejuicios.
Creo que no decimos lo suficiente «No sé qué pensar, me falta (in)formación» en lugar de soltar lo primero que se nos viene a la cabeza argumentando que es «de sentido común» cuando ignoramos que ese sentido común está ideológica y culturalmente sesgado y guionizado:
«Frente a la colonialidad y el No Ser, propongo, pues, la negación a hablar desde donde es impuesto: cambiar los términos y practicar la enunciación desde el mismo lugar donde se impone el silencio y con la voz de las y los silenciados.»
Tengo todo el libro subrayado y anotado y me dan ganas de empezar a leerlo todo otra vez.
Sigo revisándome. Me queda mucho por pensar-leer.
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