miércoles, 4 de agosto de 2021

La varita mágica del miedo y su combo ganador: miedo+represión



Sin duda alguna el éxito rotundo del cumplimiento de las medidas COVID19 se debe a la exhaustiva, precisa, meditada y perfecta campaña del miedo que se ha orquestado desde los distintos gobiernos globales y sus tentáculos televisivos.
    
La varita mágica del miedo y su combo ganador: miedo+represión.
     
Sin miedo no se hubiera obedecido sin argumentos como se ha hecho. (No había argumentos porque no había información, así de sencillo). Sin miedo no se hubieran obedecido las contradicciones ni las incoherencias. Sin miedo no hubiéramos aceptado jamás que nuestrxs hijxs hubieran sido maltratadxs por el Estado, como ha pasado. Sin miedo no hubiéramos consentido jamás que se criminalizara a nuestrxs adolescentes y jóvenes. Sin miedo no nos habríamos alejado o enemistado con personas de nuestro entorno analógico o virtual.
    
El miedo trajo la presión social. Personas que nunca hubieran opositado para policías (otras muchas sí lo hubieran hecho con gusto) se dedicaron a policiar las vidas de lxs demás. La presión social se empezó a hacer selfucks con mascarillas fashion que se mostraban en las redes sociales donde el autobombo empezó a generar un relato fotográfico de la responsabilidad, el archivo visual de las buenas personas: la invitación estaba hecha para compartir e imitar la correcta higiene personal por la salud social, muchos likes para la perfecta visualización de la campaña narcisista-individualista pero esta vez maquillado y usando los filtros de belleza por el bien común y lo colectivo.
     
La presión luego trajo una segunda convocatoria a examen social: la de las vacunas. Las redes empezaron (y siguen) inundándose de personas haciéndose fotos poniéndose esos chutes en fase experimental, que la prensa rosa del cotilleo del Poder ha convenido llamar «vacunas».
Las buenas personas,
las personas responsables,
las personas solidarias,
las personas modélicas,
lxs candidatxs a ser ciudadanxs del mes.
    
Sin miedo al señalamiento social no se haría nada de esto, no se tendría nada que (de)mostrar, nada que probar, nada que justificar. Sin señalamiento yo no tendría la sensación de vivir como si fuera un personaje de la película 'La invasión de los ultracuerpos'.
     
Una dosis, otra, ahora dicen que si una cepa nueva, una tercera variante para la ensaladilla y habrá una tercera dosis, por qué no una cuarta. Me parece estar oyendo desde aquí la caja registradora, clin-clin, de las farmacológicas, me parece estar oyendo desde aquí las lógicas castigadoras, fascistas y punitivistas que nunca tienen suficiente, they just can't get enough, necesitando renovar la dosis para esta nueva cepa de fascismo.
    
Ya no se puede hablar de libertad porque Ayuso ha hecho una reapropiación del sustantivo y vivimos en ese momento de la historia en el que todo parece ser un meme. La ultraderecha se ha apropiado de la palabra «libertad» convirtiéndola en un hashtag vacío de contenido político y lleno de memez. Lo peor de todo es que ha sido «la izquierda» la que lo ha hecho viral. Lo peor de todo es que si se nos rompieran las comillas de los teclados de los móviles y de los ordenadores, ya no podríamos hablar de «la izquierda» sin mentir. Lo peor es que estemos revisitando una y otra vez, como en la peli esa del día de la marmota, la frase que popularizó la fascista de Margaret Thatcher de que «No hay alternativa».
  
Estamos atrapados en el tiempo de los miedos y las amenazas que se repiten. El miedo -y su consecuente amenaza- son la base de las fobias que funcionan construyendo un enemigo gracias al cual se crea el sentimiento de pertenencia a un grupo. O estás dentro o estás fuera. Sucede así con el racismo también. Esas mismas lógicas están operando en los relatos coronavíricos donde las personas que manifestamos nuestro rechazo frontal a las medidas COVID estamos siendo construidas como terroristas víricos, sembrando la sospecha de peligrosidad y atentando contra la salud de lxs demás (o contra el sistema sanitario). Al igual que pasa con el terrorismo, se busca como solución la reducción del espacio de movilidad implementando fuertes políticas de control, vigilancia y seguridad. Esto es el pasaporte COVID: la prohibición del libre tránsito en los distintos espacios.
   
Tampoco se puede levantar una ceja porque vivimos en ese momento de la historia en el que el meme eres tú, sin importar lo que argumentes o razones porque ya todo el mundo ve salir platillos volantes de tu boca donde tú crees estar articulando un pensamiento crítico, una crítica al Sistema, una duda razonable, incluso, diría, un miedo.
    
El miedo es territorio COVID y yo no puedo tener miedo porque dicen que soy como la protagonista reptiliana de la serie de los años noventa «V» y yo quiero reapropiarme del miedo y decir:
me da miedo que mis hijxs y lxs hijxs de lxs demás tengan que no-respirar dentro de una mascarilla,
me da miedo la vacuna con todas sus dosis, me dan miedo las personas que llevan un pequeño fascista sentado en el hombro y repiten todo lo que el pequeño fascista les susurra,
me dan miedo las medidas COVID que atentan contra la salud de mis derechos y libertades,
me da miedo que las ocurrencias del fascista Macron sean altamente contagiosas,
me da miedo la gente que ha dejado de vivir para no morir,
me dan miedo lxs activistas de los márgenes políticos y la disidencia con distintos estampados de mascarillas y fotolog de vacunas,
me dan miedo las feministas calladas porque papá Estado está hablando y no hay que interrumpir,
me dan miedo las personas antirracistas sin articular discurso contra Estado covid-colonial,
me da miedo el hashtag #QuédateEnCasa como un horóscopo perverso que vaticinara esta parálisis político-social,
me dan miedo las madres que confinan a sus hijxs,
me da miedo que no se hagan autopsias desde marzo 2020,
me da miedo la iatrogenia,
me da miedo el pasaporte COVID como un marcaje, un número tatuado en Auschwitz, un nuevo triángulo, una nueva forma de segregar, un apartheid, un requisito para transitar el espacio público, quién sabe si un requisito para transitar las relaciones personales.
    
Me da miedo todo eso pero me doy cuenta de que mi miedo no está legitimado, el miedo no es mío, yo sólo soy la caricatura, la burla, el insulto, con suerte la indiferencia o el silencio. El miedo es copyright de la gente que se pone la mascarilla, que encerró a sus hijxs durante el confinamiento, que hace cola para ponerse la vacuna y fotos que lo testimonien. La foto es el certificado mientras esperan que se imponga la obligatoriedad del otro certificado.
    
Pero no dicen «tengo miedo» dando así la razón y el éxito a la campaña del terror que lleva presagiando la muerte de todxs lxs que todavía no nos hemos muerto desde marzo de 2020. No. Dicen «por mí y por todos mis compañeros» y juegan a ser solidarixs y buenas personas mientras se sigue oyendo el clin-clin de la caja registradora y los votos de papel mojado caer dentro de las urnas. No dicen «tengo miedo» porque dicen «soy responsable» y llenan sus redes sociales de responsabilidad. También se han apropiado de eso y la responsabilidad ya tampoco es mía.
    
Llevo un tiempo pensando en cómo los políticos utilizan el término inmunidad «de grupo» para hablar en los medios. Muy al principio decían inmunidad «de rebaño».
Alguien tuvo que decirles que dejaran de usar eso.
Llevo un tiempo pensando en el terrible acierto del término inmunidad «de rebaño».

Lucía Barbudo
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Artículos que reflexionan en la misma línea:

Pase sanitario, una barbarie inaceptable. Por Giorgio Agamben (1943), filósofo y jurista italiano, autor de innumerables libros como Estado de excepción, Homo Sacer. El poder soberano y la vida desnuda, etc. Se ha mostrado muy crítico con la gestión de la crisis del coronavirus, y en su libro La epidemia como política (julio, 2020) expone sus reflexiones al respecto.

mpr21: Comunicado de las juventudes comunistas de Marsella contra el pasaporte sanitario


Libro recomendado: Covid-19 La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo



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