Lucía Barbudo
Sabina Urraca ha escrito una novela bellísima que también es una mano que te aprieta la garganta mientras la lees y te da un beso en la frente cuando la terminas. Leedla.
La Humana y la Perra se encontraron sin buscarse. Las dos sangran, a una se le ve y a la otra no. Las dos se pierden cuando están en celo. La Perra tiene los ojos amarillos, olor a pan y aliento salado de anchoa. La Humana tiene las tetas más grandes que Júpiter, sus pezones escupen pus y no le pone nombre a lo que le importa desde que «el mundo empezó a ser una mantequilla sin sal que se le deshacía entre los dedos.»
Un grupo de mujeres en círculo, un llavero con forma de gato con cuchillas en las orejas, diazepanes como premio en la mesita de noche, barra libre de napolexda. La Vieja, la Abuela, la Madre, la terapeuta, Mecha, Wendy, Piti, «el exnovio, apuntador de cada frase dicha, invencible, susurrando el texto desde un pliegue del cerebro». Daniel Daniel Daniel tan presente que hay que decirlo varias veces para hacerle justicia a tanta atención prestada a ese «iluminado alucinado falso gurú», el Predicador, estatua y monumento levantado por orden y gracia de nuestra fantasía y su sacrosanta manipulación.
Sí, yo también tuve un Daniel. Yo también tuve un novio que vivía dentro de mí como una tenia. También pensé que era mago o extraterrestre, que tenía poderes y que ninguno-nunca-jamás-como-él. No hubiera levantado una ceja si un día lo hubiera visto abrir la ventana y salir volando hacia el cielo, los caminos en los que el psicópata-narcisista se construye en tu cabeza son inescrutables.
El Predicador habla como si cada sílaba lo subiera a un podio; fuma y echa anillos de humo, humo que exhala humo. Metahumo. ¿Cómo seres que dicen ser extraordinarios se (nos) repiten como esos sabores pepino-ajo-chorizo que nos suben a todas igual por la garganta? ¿Qué había de especial si todo es mismo guión y manual y merchandising de Danieles clonados como robots salidos de una cadena de montaje?
La Mecha lo sabe bien: «Ese tío es un mierda.» Ay Mecha, tan rota tú también y tan sabia. Mecha-cobijo, Mecha-refugio, Mecha qué haríamos las Humanas sin ti, sin tus exorcismos.
@sabina_urraca ha escrito una novela bellísima que también es una mano que te aprieta la garganta mientras la lees y te da un beso en la frente cuando la terminas. Leedla.