En el contexto de la crisis que vivimos hoy en nuestro país, un país con una todavía incipiente experiencia democrática, son cada vez más las personas que están percibiendo muchas de las contradicciones con las que llevamos conviviendo estas últimas tres décadas. Cada nuevo día que transcurre, y aún a pesar de las escasas y sesgadas noticias que nos llegan desde las altas esferas políticas, se hace más evidente para la mayor parte de la población que esos pilares fundamentales y originarios que nos enseñaron y nos prometieron que constituían nuestra democracia, no son tan fundamentales, sino que están supeditados a cierta clase de intereses. Por supuesto, estos intereses elevados no son precisamente los de la gran mayoría, no son los intereses de ese pueblo en el que supuestamente, según afirma nuestra constitución, reside la soberanía nacional y del que emanan los poderes del Estado. Son más bien los intereses de los banqueros, de sus grandiosas inversiones financieras que nunca revierten en el pueblo aunque a nosotros sí se nos obligue a rescatarlos, a cubrir sus agujeros o a pagar por sus errores. Son los intereses de unos políticos anclados con ansia a un poder que les permite hacer y deshacer a su antojo, y que les permite otorgar privilegios a familiares y amigotes o simplemente a cambio de jugosos sobornos. Son también los intereses de ávidos empresarios que, siguiendo la lógica capitalista, fuerzan a toda costa el máximo aumento de sus beneficios aun si para ello deben de defraudar, evadir impuestos, o abusar de sus trabajadores. Son incluso intereses de carácter ideológico, de aquellos personajes procedentes de oscuras épocas pasadas y que la transición no supo impedir que continuaran influyendo en la nueva vida política democrática.
Una gran parte de la población, tras asumir este enorme desengaño, se ha visto sumida en un vacuo aturdimiento, o sencillamente no ha sido capaz de asimilarlo. Otra parte de la sociedad, más decidida, ha decidido alzar su voz y hacer uso de legítimas herramientas para mostrar este engaño, para reclamar una justa práctica democrática, para luchar contra los abusos y las prácticas que impiden al grueso de la población poder asegurarse unas mínimas condiciones dignas de vida, y para denunciar la existencia de esos intereses que desde los distintos poderes se sobreponen a la propia esencia democrática.
En este sentido, en Murcia, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca lleva una incansable lucha por hacer prevalecer el derecho a una vivienda digna; la Plataforma Pro Soterramiento por evitar que una importante parte de la ciudad sea marginada y empeore su calidad de vida y su seguridad; el movimiento del 15M por intentar devolver la participación política a una ciudadanía limitada a colocar una papeleta en una caja cada cuatro años; Aidmur (Interinos Docentes de Murcia) por asegurar no sólo el futuro de su situación profesional sino también por devolver el futuro de una educación que funcione en nuestra región con unos mínimos de calidad; el Círculo de Silencio por denunciar y combatir la discriminación racial y los abusos cometidos contra la inmigración para que prevalezca el sentido de la dignidad de todas las personas sin distinciones. Son sólo algunos de los ejemplos de la incansable lucha de personas y colectivos contra esos intereses que injustamente están prevaleciendo sobre nuestras vidas, nuestra libertad y nuestros derechos.
Pues bien, al mecanismo activado para contener estas justas y decididas críticas y demandas de la población es a lo que llamamos REPRESIÓN, expresada en múltiples formas. Desde la propaganda de comunicación del Estado, encargada de criminalizar la protesta social, pasando por las numerosas sanciones o acciones judiciales que, aun siendo falsas muchas de ellas, ponen en graves aprietos económicos a los activistas, hasta llegar a la más cruda expresión de la violencia sobre los cuerpos de las personas en forma de cargas policiales, amenazas, e incluso la tortura. También, el aislamiento ha sido una de las formas de represión más efectiva que el Estado y sus aparatos han utilizado, atacando a cada colectivo de forma individual y, dentro de cada colectivo, aislando a las personas a través de acosos y procesos particulares. El objetivo: hacer ver que las personas nos encontramos solas y desprotegidas en la lucha por restablecer nuestros derechos.
La respuesta no puede ser otra que deshacer ese aislamiento y disgregación intencionadas y unirnos, todas las personas que luchamos contra las distintas injusticias, con el objetivo de aumentar la resistencia hacia todas las formas de represión y como estrategia de contención de las diversas agresiones, ayudándonos unas a otras y respondiendo de forma conjunta. Con ese espíritu es con el que nació la Coordinadora Anti Represión de la Región de Murcia, tomando como base la solidaridad y el apoyo mutuo entre los distintos colectivos y personas que están siendo represaliadas.
Con motivo, además, del aniversario de una de las más agresivas cargas policiales vividas en Murcia (durante la jornada de Huelga General el 14N del año pasado), esta Coordinadora antirrepresiva murciana ha organizado para los próximos días 13 y 14 de noviembre unas jornadas contra la represión que contarán con la presencia de colectivos como Madres contra la Represión, entre otros, y que ha recopilado para mostrarlo al público una muestra gráfica y testimonial de los actos de represión más llamativos que diversas personas y colectivos sociales han sufrido en los últimos años. Será el día 13 de noviembre a las 19:30h en el Edificio Moneo, a través de una charla coloquio que contará con buena muestra de los movimientos sociales en Murcia y con la visita desde Madrid de la Asociación Madres contra la Represión, y el día 14 de noviembre con una exposición fotográfica y audiovisual en la Plaza del Cardenal Belluga.
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