martes, 29 de noviembre de 2022

MUJER CONTRA MUJER


Mujeres musulmanas feministas activistas de Elche (G Chime) el 25N de 2019

Lucía Barbudo

Me enferma personal y políticamente ver por redes la cartelería para las convocatorias del 25N por todo el territorio expañol que expulsan de las luchas feministas a las personas trans y a las trabajadoras sexuales. Llevo ya muchos años enfadada con este feminismo hegemónico: asquerosamente biologicista, mayoritariamente hetero, aplastantemente blanco, clasemedieroacomodado, muy muy nazional. Me resulta muy paradójico que en la fecha internacional que visibiliza y denuncia las violencias contra las mujeres, sean precisamente mujeres las que arremetan contra otras mujeres y, ni más ni menos, en nombre del feminismo. Se me hincha y me late la vena del cuello más morada que de costumbre. La jerarquización identitaria que posiciona a algunas mujeres por encima de otras en un eje de dominación/subordinación representa un marco teórico político, cuando menos, violento. Una estructura piramidal que coloca a determinadas mujeres en la cúspide de lo que sería un verdadero feminismo para a partir de ahí considerar todo lo demás como no válido es segregacionismo o, dicho de otra manera, una forma de ejercer autoridad y poder unas sobre otras. Y qué casualidad que el perfil de la feminista hegemónica esté tan bien definido, joder. Observen si no los grupos feministas que tienen más altavoz y lideran las fechas fetiche del 8M y del 25N. Bien pijas, bien heteras, bien blancas.

Nunca he sabido muy bien qué hacer con esto de ser blanca y trozo vivo de memoria histórica de un país orgulloso de su pasado colonial, genocida y violador. Mi cultura es de las que se sitúan arriba para mirar hacia abajo a otras con condescendencia, victimismo o desdén. Soy dueña y señora de todos mis prejuicios, legítima heredera de un buen montón de lógicas racistas, por la parte de Europa donde me ha tocado nacer, especializada en islamofobia y antigitanismo. Mi conclusión es esta: nadie piensa sola. Si no leemos, escuchamos o aprendemos de alguna manera de feministas no-blancas, no podremos salir nunca del bucle racista y colonial. Nos falta formación, amiguis, y darle a la sinhueso bien acompañadas. Una opinión sin (in)formación tiene todas las papeletas de ser un prejuicio.

Sirin Adlbi Sibai tituló su libro 'La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial' y me parece bastante rotundo que alguien decida escribir la palabra ‘cárcel’ al lado de la palabra ‘feminismo’. Si pienso en los disparates epistémicos que se cometen en nombre del feminismo con el tutelaje, ninguneamiento, humillación o desautorización de la capacidad de agencia de otros sujetos políticos (como son las putas, las personas trans y no binarias y, más recientemente, las mujeres del mundo arabo-musulmán) creo que el nivel de violencia alcanzado por ese feminismo (que me asquea profundamente) le hace justicia a la metáfora de la prisión.

Efectivamente, esas formas de feminismo que son excluyentes, racistas, clasistas y asquerosa y supremacistamente blancas distan mucho de ser liberadoras para muchas.


Agrupación feminista musulmana G Chime en la manifestación 25N de 2020

Llegó septiembre y murió Isabel II plácidamente, para sorpresa de nadie, sin ser juzgada y unos días más tarde, enmarcado en el contexto de lucha del pueblo iraní, se volvieron a reavivar los debates en torno al uso del hiyab. Escribía Natalia Andújar Chevrollier en su muro: “Los asesinatos de Mahsa Amini en Irán y Marwa El Sherbini en Alemania tienen que ver con el control de los cuerpos de las mujeres. A Mahsa la han asesinado después de que la policía la detuviera por ir demasiado descubierta y a Marwa la asesinaron por llevar hiyab y ser musulmana. Sobre el doble rasero en función del estatuto de la víctima, según si se adapta o no a nuestras expectativas racistas. Siempre hay que recordar que lo feminista no te quita lo racista.” Wadia N Duhni nos señalaba las incoherencias: “¿Celebráis el derecho a elegir o que se quiten el velo? Y si es lo primero, ¿por qué compartís fotos de mujeres iraníes en minifalda en los 70 como un ”triunfo“, cuando en esa época la policía iraní arrancaba el velo a las mujeres que lo llevaban por la calle?”, y agregaba, recientemente: “Algún día tendremos que hablar de las chicas hijabíes que terminan quitándose el velo por no poder soportar la VIOLENCIA estructural que atraviesa sus cuerpos en Occidente.” Fatima Tahiri advierte sobre el reduccionismo y simplismo que hay detrás de la cuestión velo sí/velo no y nos recuerda que “hay muchas formas de feminismo, tantas como mujeres y esa pluralidad tiene que ser vista también entre las mujeres musulmanas.” Hind El Fadli, integrante de la asociación feminista de mujeres musulmanas G-Chime en Elche, en este artículo nos explicaba por qué las feministas musulmanas no necesitaban que las salvásemos de llevar el velo. Sobre el complejo industrial del salvador blanco (y otra infinidad de cuestiones) publicó recientemente la pakistaní Rafia Zakaria su libro 'Contra el feminismo blanco' con la editorial Continta me tienes un texto del que acompañarse para entender el epistemicidio cometido contra los centros de conocimiento fuera de los circuitos reconocidos de la blanquitud como canon feminista.

Más recientemente, las personas blancas hemos vuelto a inundar nuestras redes sociales de indignación por el mundial en Qatar. Muches se han puesto a asumir el hashtag #boicotaQatar sin haberle dado una vuelta a las lógicas racistas que hay detrás. Mi compañero Imad Boussif publicaba hace unos días en este mismo diario de la hipocresía que supone postear sobre derechos humanos sólo cuando parece que la cosa va de ser trending topic. No hay que irse tan lejos para darse golpes en el pecho por los derechos humanos: en expaña hay vallas y hay CIEs y hay Ley de Extranjería y hay detenciones por perfil racial y hay redadas racistas y hay deportaciones hay jornalerxs maltrabajando y malviviendo mientras se violan a diario derechos humanos. El Mar Mediterráneo sigue acumulando cadáveres que desmienten que migrar sea un derecho. Escribía Farah Gutiérrez: “Os prometo que no puedo con la doble moral que habita en este mundo. Gente famosa que se niega a ir a Qatar por la vulneración de derechos humanos pero oye, cuando se celebró Eurovisión en Israel -estado genocida desde hace 70 años- se volvieron sordas y mudas todas. No sé, la hipocresía de occidente, supongo.” “No somos más que marionetas, instrumentos de la vanidad blanca”, decía la franco-argelina Houria Bouteldja en una obra letal para la fragilidad blanca que se te mete dentro y te estalla como si fuera metralla. Para saber y pensar más sobre el racismo institucional y la islamofobia de Estado que campa a sus anchas dentro de nuestro país, debemos acercarnos a la obra de investigación de Ainhoa Nadia Douhaibi y Salma Amazian, texto que llegó a mis manos gracias a la recomendación de mi amiga mexicana latrabajadoras sexuales incombustible Linda Porn, artista, activista, puta y migra a la que no podré nunca agradecer lo suficiente la paciencia que tiene para deconstruirme las mierdas.

Sin duda son altamente generosas las personas que nos comparten sus saberes y conocimientos para ayudarnos a las demás a pensar, pero no se nos puede olvidar nunca que de la ignorancia de una, y de las violencias que de ella se derivan, sólo una es responsable. Ojalá poder algún día celebrar el fin de la violencia de las mujeres contra las mujeres.

Este artículo se publicó anteriormente en:

domingo, 20 de noviembre de 2022

«Descolonizar y renovar el feminismo»



Lucía Barbudo

Llevaba ya tiempo queriendo leer y formarme sobre FEMINISMO ISLÁMICO. Recientemente, con todo lo sucedido en Irán por el asesinato de #mashaamini y la cuestión del uso obligatorio del hiyab, me he decidido a empezar unas lecturas. Os las comparto por si os interesa leer más sobre el tema.
Porque, recordad amiguis, una opinión no formada es un prejuicio o, lo que es lo mismo, una mierda pinchada en un palo.
     
Mientras no pueda lavarme los ojos con lejía para tener la mirada limpia de prejuicios, sólo me queda leer-pensar y escuchar-pensar a aquellas que, desde la mirada racista, colonial e imperialista, llamamos con mayúsculas Las Otras.
     
Zahra Ali, Amina Wadud, Margot Badran, Asma Lamrabet, Asma Varias, Ziba Mir-Hosseini, Zainah Anwar, Omaima Abou-Bakr, Saida Kada, Hanane al-Laham son la Otredad que reflexiona e investiga en estas páginas.
    
«Descolonizar y renovar el feminismo» es el título que cierra a modo de conclusión, y difícilmente se podría resumir mejor. Esta colección de voces de mujeres musulmanas creyentes defienden que «feminismo islámico» no es ningún oxímoron y que es posible la emancipación de la mujer sin tener que separarse de las enseñanzas ni textos del Corán.
      
Como blancaeuropea me resulta costoso desprenderme de las lógicas racistas y coloniales que se me inculcaron y de las que todavía me beneficio en este lado VIP del privilegio (como los tíos del patriarcado); como blancoatea me resulta prácticamente imposible empatizar con cualquier religión hasta el punto de considerarla emancipadora o dejar de verla como un producto patriarcal. Aunque estoy aprendiendo que el islam -en esta revisitación que hacen las feministas arabo-musulmanas- no equivale a discriminación ni violencia contra la mujer, recelo de toda forma de autoridad, venga en el formato que venga, incluido el espiritual.

   
Aplaudo las críticas al feminismo blanco (a la blanquitud en general, feminista o no): «Al preferir apoyar la lógica islamófoba, estigmatizar el uso del velo y considerar a la cultura y religión musulmanas como sexistas en esencia, muchas feministas han caído en el mismo esencialismo y la misma dominación que ellas mismas han contribuido a deconstruir y denunciar. Tal y como demostraron las pioneras del Black Feminism (en la famosa frase “All the women are white, all the black are men"), la manera de sexuar un cuerpo es también una manera de racializarlo, y el feminismo, si no incluye en su análisis el cuestionamiento de otras formas de dominación, puede volverse racista.»
   
#feminismoeislam #mujereislam #usoobligatoriodelhiyab #hiyab #feminismos #mujeresmusulmanascontraelpatriarcado #zahraali


Y otra lectura que he abordado sobre FEMINISMO ISLÁMICO: 'La cárcel del Feminismo. Hacia un feminismo islámico decolonial'



Me parece bastante rotundo que alguien decida escribir la palabra "cárcel" al lado de la palabra "feminismo". Si pienso en los disparates epistémicos (y sus consecuencias en la vida real) que se cometen en nombre del feminismo con el tutelaje, ninguneamiento, humillación o desautorización de la capacidad de agencia de otros sujetos políticos (como son las pvtas, las personas trans y no binarias y, más recientemente, las mujeres del mundo arabo-musulmán) creo que el nivel de violencia alcanzado por ese feminismo (que me asquea profundamente) le hace justicia a la metáfora de la prisión.
Efectivamente, esas formas de feminismo que son excluyentes, racistas, clasistas y asquerosa y supremacistamente blancas distan mucho de ser liberadoras para muchas.
     
Me gustaría rebobinar hasta el momento exacto en el que naturalicé que ser euroblanca me colocaba en el top de la pirámide emancipadora, convirtiéndome en hembra alfa depredadora de entender otras formas de liberación. Supongo que más que un momento concreto, es más bien un proceso de larga y lenta inoculación que te estalla en la cara cuando te acercas a la producción de pensadoras como Sirin Adlbi Sibai. Leerla me sirve para exorcizar las lógicas supremacistas/racistas/coloniales blancas que llevo dentro y me ayuda a pegarle fuego a todos esos contenedores llenos de todo lo que una vez creí que era cierto.
   
Estamos ante un trabajo de investigación brutal que abarca 10 años, realizado por una mente absolutamente brillante. En él se analiza, explica y desarrolla la premisa de que nos encontramos «bajo el yugo del monólogo occidental o el imperio de la anulación del Otro» con terribles implicaciones: quién puede hablar, cómo se puede hablar y sobre qué temas. Esto lleva al famoso «lugar de enunciación» sobre el que tantes otres autorxs y pensadorxs han hablado para legitimarse o reivindicarse como sujetos políticos.
     
Salir de la cárcel epistemológico-existencial del sistema-mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal; abandonar definitivamente el binomio tradición/modernidad (que ha construido, conveniente y racistamente, a la «mujer musulmana con hiyab»), y el oxímoron «feminismo islámico» es la ambiciosa propuesta de Sirin: «Necesitamos más que nunca una verdadera revolución decolonial y anticapitalista tanto en el núcleo del pensamiento arabo-musulmán como en los movimientos de mujeres musulmanas. La islamofobia se fundamenta en los discursos colonizadores desarrollistas, modernizadores, democratizadores, feministas liberales y «es en sí misma un fenómeno, un dispositivo, un aparato de poder enteramente atravesado por el género.»
  
Es muy complejo lo que desarrolla Sirin, simplificarlo para caer en debates polarizados facilones que obvien lo racista y lo colonial es no hacerle justicia a la autoridad intelectual de esta obra, además de faltarnos honestidad para asir la realidad.
      
Creo que es nuestra responsabilidad el estar alerta para evitar caer en conversaciones estúpidas que refuerzan y repiten prejuicios.
Creo que no decimos lo suficiente «No sé qué pensar, me falta (in)formación» en lugar de soltar lo primero que se nos viene a la cabeza argumentando que es «de sentido común» cuando ignoramos que ese sentido común está ideológica y culturalmente sesgado y guionizado:

«Frente a la colonialidad y el No Ser, propongo, pues, la negación a hablar desde donde es impuesto: cambiar los términos y practicar la enunciación desde el mismo lugar donde se impone el silencio y con la voz de las y los silenciados.»

Tengo todo el libro subrayado y anotado y me dan ganas de empezar a leerlo todo otra vez.
   
Sigo revisándome. Me queda mucho por pensar-leer.





#sirinadlbisibai #lacárceldelfeminismo #haciaunpensamientoislámicodecolonial #feminismoislámico #mujereislam #pensadorasarabomusulmanas #mujeresmusulmanas #feminismos #antirracismo

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'Un lugar en la cumbre', palabras clave: guaperas clase obrera, niñata rica, madurita demasiada mujer, lucha de clases, edadismo, free cinema



Alice Aisgill (Simone Signoret), demasiada mujer

Carla Boyera

Dirigida por Jack Clayton y basada en la novela homónima de John Braine, 'Un lugar en la cumbre' (1959) está considerada una de las mejores películas de la historia del cine británico, obra culmen del movimiento cinematográfico conocido como ‘free cinema’. Este movimiento empezó a forjarse a finales de la década de los 50 y pugnaba por rebelarse contra el puritanismo y el conservadurismo proponiendo películas que se alejaran del canon cinematográfico hollywoodiense al tiempo que criticaban la sociedad británica de posguerra. El ‘free cinema’ fue principalmente un cine social que reivindicaba la conciencia de clase mediante guiones que problematizaban las mugres de la época: desigualdades económico-sociales, corrupción, injusticias. La estética, casi documental en ocasiones, consigue aterrizarnos en lo cotidiano-mundano y facilita la identificación con los personajes; poco artificio, mucho neorrealismo italiano; adiós a las estrellas de Hollywood y a sus vidas irreales de glamuroso privilegio con las que las espectadoras no tenemos nada que ver.

La magnífica interpretación de Simone Signoret le valió un Óscar, un BAFTA y un premio a la interpretación femenina en el Festival de Cannes. A esta prolífica actriz, con más de cuarenta trabajos interpretativos en su carrera, le fueron asignados en varias de sus películas (sobre todo en las iniciales) papeles de prostituta que, según decían, encajaban con su físico y con su carácter. Me pregunto qué carácter hay que tener para que te den trabajos de puta en el cine y si no podemos deducir desde ahí que los directoros tenían carácter (quizás también físico) de puteros y/o de proxenetas.


Alice y Joe, edadismo y subversión

Joe Lampton (Laurence Harvey), esperando prosperar y dejar atrás las miserias de su contexto familiar de clase trabajadora sin recursos, llega a la ciudad de Warnley con la ambición por delante, con hambre de comerse el mundo. Las primeras imágenes de la película nos ofrecen una panorámica de la ciudad como metáfora de posibilidades. Joe sale del taxi mirando hacia arriba, siguiendo con los ojos las agujas de los altos edificios y subiendo las escaleras que lo conducirán hasta su nuevo empleo; está buscando su lugar en la cumbre, y lo hará ni más ni menos que tirando de su capital erótico: Joe es un guaperas clase obrera.

La primera conversación con su nuevo jefe da forma a los discursos clasistas en la dualidad pueblo/ciudad. El sentimiento de superioridad de aquellos que habitan la cumbre y el consecuente desprecio por la clase trabajadora queda más enfatizado aún si cabe por una procedencia pueblerina. Por otro lado, una visita fugaz de Joe a su pueblo nos deja con una frase demoledora pronunciada por su tía: “Te puedes enamorar de quien quieras, pero no tienes derecho a enamorarte de su dinero”. El orgullo de clase trabajadora y las ansias capitalistas no casan bien.

Susan Brown es la niñata rica a partir de la cual se activan las narrativas de cómo el privilegio y el poder se heredan entre la clase alta blanca, la importancia de la sangre y la responsabilidad que acarrean los genes. Mientras la vemos peinándose en su camerino, con Joe acechándola desde el quicio de la puerta como un león, sabemos que esta cervatilla se configura presa fácil: cuando ser rica va de la mano con ser complaciente con el género masculino y extremadamente naive, el peaje que se paga es no saber defenderte sola en un mundo de machos interesados. No se puede ser la niñita de papá sin que eso tenga nefastas consecuencias sobre la propia agencia: ser forever infantilizada significa estar siempre protegida, pero con papaíto moviendo los hilos de tu vida por ti.

Aunque el 'free cinema' fuera rupturista en muchos aspectos, hay que señalar que en esta película no se escatimaron comentarios machistas y misóginos en conversaciones con un alto nivel de objetualización y cosificación de las mujeres. Pero no solo los personajes jóvenes y ambiciosos de la película ven a las mujeres como una buena tirolina hacia el éxito; en el Régimen Heterosexual también hay Black Friday para los más mayores: son los pactos entre el patriarcado y el capital. Así, veremos a los dos machos recelosos de sus hembras-propiedad (el padre de Susan y el marido de Alice, protectores de su herencia y protectores de su ego, respectivamente) desplegando las mejores ofertas para Joe, un pretendiente harto molesto.


Otro fotograma de 'Un lugar en la cumbre'

Joe se apunta a un club de teatro en un intento de acercarse a Susan sin sospechar que allí conocerá a la tremenda mujer que es Alice Aisgill, una madura de edad indeterminada con la que Joe puede bajar la guardia y mostrarse tal y como es, sin complejos de clase. Alice lo trata como a un igual, sin condescendencia, y qué gusto ver que una mujer puede ser arrebatadoramente seductora sin necesidad de empequeñecerse o bobalizarse. Es la voz de Alice la más interesante de toda la película, la que pronuncia verdades y juicios certeros, aunque vayan en contra del interés de sus propios sentimientos. Alice no engaña ni se deja engañar y hasta para su marido es claro que la amistad con Joe se ha hecho tan grande que ha tomado proporciones románticas. Una historia de amor subversiva que rompe con el cliché de la diferencia de edad en las parejas heterosexuales porque ella es mayor que él. Mientras la relación de Joe y Susan nos provoca bostezos y sus conversaciones son aburridamente previsibles e insustanciales, los minutos entre Joe y Alice se desarrollan en diálogos más transgresores, intensos y profundos, aunque no exentos del cliché de los celos y la pertenencia.

Alice es demasiada mujer y se come a Joe con patatas, poniéndolo en su sitio ante sus (in)coherencias de macho y sus contradicciones de clase, sin cuidar su frágil masculinidad. “¿Por qué demonios tienes que ser tan honesta?”, dice un Joe que se queja de lo que no quiere oír. Una mujer fuerte, resiliente, carismática, culta, inteligente, independiente y autónoma pese a estar atada: su marido la odia lo suficiente como para no querer verla ni libre ni feliz, y la tiene tan configurada como su propiedad que no está dispuesto a dejarla marchar. Como en todas las relaciones de poder, no hay amor.

El triángulo protagonizado por Susan-Joe-Alice nos revela el poder del capitalismo emergente tras la Segunda Guerra Mundial para posibilitar la existencia o legitimar los vínculos sexoafectivos. Las jerarquías que delimitan y definen las relaciones de subordinación/dominación atraviesan a les tres protagonistas por igual aunque de manera muy diferente. Las narrativas de la libertad asociadas al dinero están entre los mayores logros del capitalismo; unas lógicas tan viejas como capitalistas pero de tal potencia que todavía hoy son realidad.

¿Qué final nos tienen reservado los guiones que capitalizan nuestros trabajos, nuestras relaciones, nuestras vidas, nuestro futuro? Habrá que ver el final de esta película para tomar buena nota y aprender a formular nuestros deseos antes de soplar la vela de lo que queremos que nos pase. O no.


martes, 1 de noviembre de 2022

'Straitjacket', las camisas de fuerza de Joan Crawford: el Régimen Heterosexual Obligatorio y la práctica psiquiátrica


Fotograma de 'Straitjacket' (traducida al español como 'El caso de Lucy Harbin') de William Castle

Por Carla Boyera

Primera camisa de fuerza: El régimen heterosexual obligatorio

En el Régimen Heterosexual Obligatorio (RHO), sobre todo si estás configurada mujer, confluyen dos eventos ineludibles: el matrimonio y les hijes. El primer matrimonio de Lucy Harbin (Joan Crawford) fue arreglado por sus adres con un hombre mayor que ella. Su segundo matrimonio fue de su propia elección y fue con un hombre más joven. En nuestras sociedades euroblancas (no digamos en el cine), donde a las mujeres nos está prohibido envejecer ya que la edad lleva aparejada una pérdida de capital erótico y, consecuentemente, un estigma ligado a la falta de actividad sexual, es frecuente en los combinados heteroparejiles que el hombre sea mayor y la mujer más joven. He aquí, pues, la primera desobediencia al mandato patriarcal de nuestra protagonista que nos habla de su fuerte carácter, reflejado tanto en su libertad social (dejarse vivir por encima del estigma) como sexual: “Lucy era mucha mujer y era muy consciente de ello”, nos dice una voz femenina en off. Que una mujer esté en una relación con un hombre más joven no sólo reivindica el vigor sexual de la primera: también puede significar pasarse por la entrepierna los discursos reproductivos.

Pero el amor de Lucy no era correspondido: el joven se casó con ella por su dinero. “Pero yo no soy de su propiedad”, se revuelve el joven macho dolido en su ego por ser menos económicamente que su mujer. Ha pasado apenas un minuto y ya sabemos que las razones del joven Frank para ser un macho alfa fuera de su matrimonio se deben a que es un macho omega dentro de él: un más que básico complejo de inferioridad. Un beso desde aquí para esa frágil masculinidad.

Fotograma de Lucy Harbin ante su machomarido y su amante

    
Tras la presentación, la película arranca con la salida de Lucy Harbin del hospital psiquiátrico; en su momento fue declarada enferma mental y hoy es el día en el que el consejo médico decide que está plenamente restablecida, lista para incorporarse a su vida. Han pasado veinte años y nos preparamos para recibir a Lucy junto a su hija Carol, su prometido, el hermano de Lucy y su mujer. ¿Cómo se reestructura una familia cuando la madre sale de la ecuación por ser una loca asesina?

El tío Bill (el hermano de Lucy) y la tía Emily fueron los encargados de ocuparse del cuidado de la pequeña Carol, adoptándola y llevándosela a otro pueblo donde nadie supiera su historia, alejándola del estigma de tener una madre homicida y trastornada. En el cine, donde frecuentemente se visualizan los clichés del Régimen Pater/Marido/Heterosexual, es muy frecuente que el desequilibrio mental de la madre vaya acompañado de un padre/marido ausente o abandonador (como también analizamos en Psicosis), o, como en este caso, de un patermarido que nos engañe con otra; se ve que cuando nos dejan nos volvemos locas, se ve que su excesiva virilidad es nuestra perdición y locura.
Segunda camisa de fuerza: la práctica psiquiátrica

Segunda camisa de fuerza: la práctica psiquiátrica

La locura siempre ha tenido su propio estigma originado por todo tipo de narrativas fantásticas que, sin duda alguna, se han visto alimentadas por los clichés que se han asentado en el imaginario colectivo a través, entre otras cosas, del cine.

En la película, el hecho de que Carol y Michael oculten a les padres de éste la información sobre el pasado de su madre nos habla de este estigma. No es fácil la aceptación de una loca en el seno de una familia bien, familia fetén. Con las teorías biologicistas y deterministas, el miedo a que la locura pasada de la madre sea la futura locura de la hija está ampliamente justificado. Pero, ¿y si Lucy Harbin nunca hubiera estado loca? Vemos a Lucy gritando esto mismo envuelta en una camisa de fuerza en los primeros minutos del film: “¡No estoy loca! ¡No estoy loca! ¡No fue culpa mía! ¡Fue un error! ¡Fue un error!” Si las mujeres somos seres de luz, incapaces de concebir ni de hacer el mal, efectivamente, sólo la locura, el diagnóstico, la enfermedad mental y la psiquiatría explican que una mujer coja un hacha y decapite a su marido y a su amante tras sorprenderlos durmiendo post-sex en su propia cama.

La aparición del doctor Anderson una vez que Lucy ha abandonado el psiquiátrico desatará todo tipo de traumas y reacciones nerviosas en Lucy. A través de su propio relato se nos revela lo que fueron veinte años de total tortura: el aislamiento, la falta de vínculos con el exterior, el encierro en cuartos de proporciones denunciables. ¿Quién se sana en un psiquiátrico? ¿Cómo se cura una persona de sus dolencias mentales a través de prácticas de tortura y deshumanización? ¿Qué práctica psiquiátrica puede defender que en el proceso de sanación de una madre, ésta pase sin ver ni tener ningún contacto durante veinte años con su hija?
   
Las narrativas psiquiátricas van de la mano de las narrativas carcelarias. La medicación para anular la agencia de una persona juega un papel determinante en ambas instituciones. La vigilancia y los dispositivos de control continúan fuera de las paredes del hospital y el doctor Anderson es enviado por la Junta médica para comprobar cómo es el estado mental de Lucy en “situaciones bajo estrés”. Francamente, si a mí me apartaran de mi hija durante 20 años y me encerraran y torturaran en aislamiento, me imagino que el mundo sería un lugar altamente estresante para mí; “Veinte años de puro infierno”, dice una Joan Crawford desencajada.

Esta película nos propone una conversación muy interesante sobre la locura. Con guion de Robert Bloch, escritor de novela negra y ciencia ficción y autor de la obra maestra ‘Psicosis’ (la película por antonomasia que nos dispara las pulsaciones ante el terror de la maternidad performada), y dirección del maestro de los giros intempestivos William Castle, ‘Straitjacket’ ofrece como resultado un producto cinematográfico tenso, intrigante, con una Joan Crawford que desborda la pantalla. En la factoría de estereotipos que fue Hollywood (y que sigue siendo el cine mainstream aburridísimo, estúpido y previsible que nos llega de EEUU) es muy difícil encontrar actrices de la talla intelectual e interpretativa de Joan Crawford. El eclecticismo de sus personajes es apabullante. Sólo por mencionar dos ejemplos, experimentó con la masculinidad femenina en el western de cine negro de 1954 ‘Johnny Guitar’, y se batió en un duelo interpretativo brutal en 1962 con la gran Bette Davis en ‘¿Qué fue de Baby Jane?’ En este nuevo reto de 1964 la vemos luchando contra la locura en otra de sus actuaciones magistrales.