Pregúntale a cualquier madre del planeta qué es lo que le da más miedo del mundo y todas te contestarán sin excepción:
que les hagan daño a mis hijxs,
que mis hijxs sufran.
Que el daño venga del propio padre es aterrador pero que el daño se reproduzca a través de los canales donde operan las instituciones que están para, se supone, proteger a las criaturas, es una pesadilla de dimensiones insoportables. Es tortura.
El del padre fue el primer maltrato, pero no el último. El padre abusó sexualmente de su hija (así lo dicen las pruebas), pero siguieron abusando de ella todos los y las profesionales que pusieron su granito de arena para separar a G. de su hija; todos los y las profesionales que pusieron su granito de arena para que, finalmente, en 2017, el padre que abusó sexualmente de su hija acabara haciéndose con su custodia. ¿Y qué hay de la denuncia de G.? ¿Qué hay del testimonio de la niña?
Fácil, se dictamina que la madre está loca, se la obliga a someterse a tratamiento psicológico y psiquiátrico (a pesar de los numerosos informes que sostienen y demuestran que G. está bien cuerda y que es este proceso la que está dañándola psicológicamente), se dicen las palabras mágicas «Síndrome de Alienación Parental», se concluye que la madre es un peligro para la niña (perversa vuelta de tuerca) y se las aleja para siempre. Esto fue hace tres años. Tres años en los que G. no ha dejado de luchar y en los que G. no ha conseguido absolutamente nada. Tres años sin un papel que la autorice a ver a su hija.
La niña tenía un año y cinco meses cuando empezó todo.
Ahora tiene ocho.
Tal vez debería decir ya, para empezar a explicar y entender las cosas, que G. es latinoamericana y que el padre que enrojeció reiteradas veces la zona genital de su hija es de Cartagena. ¿Una sudaca acusando a un cartagenero de bien? ¿Una migrante con cara de india denunciando a un miembro respetable de la cofradía? Sí, hombres de bien, padres de familia, cofrades, ciudadanos modélicos con redes sociales que son un escaparate impoluto que se puede usar, por ejemplo, en un juicio. Inquietante tanta perfección y tanto afán por mostrarla. ¿Acaso no se sabe que detrás del laberinto de la pederastia y el abuso infantil están eyaculando impunidad los miembros con sus miembros de nuestra Santa Madre Iglesia? Hay demasiados violadores con demasiado poder.
El corporativismo en torno al macho es el corporativismo que cierra filas con el Pater familias y es el corporativismo que blinda al Estado y a todo «su aparato» de poder.
Por eso es todo tan difícil.
Nos toca denunciar y visibilizar sistemáticamente que las instituciones encargadas de llegar a la verdad y hacer justicia son racistas, xenófobas y machistas, y que se mueven y operan en ejes de violencia patriarcal y colonial.
Nos toca denunciar y visibilizar sistemáticamente que, consecuentemente, hay que tener muy claro que no habrá jamás justicia para la madre migrante.
Nos toca denunciar y visibilizar sistemáticamente -porque es también sistemáticamente por muy enrojecidos que estén los genitales de la hija- que la justicia ve y castiga a la mujer migrante de rasgos indígenas, no ve la vulva enrojecida ni castiga lo que se deriva de la explicación de una niña de un año y cinco meses. La justicia nunca escucha a nuestrxs hijxs.
Es también sistemáticamente que se castiga a las madres que denuncian.
Es también sistemáticamente que se aleja y separa a las madres que denuncian de sus hijxs maltratadxs y abusadxs.
Sistemáticamente es un adverbio que hace referencia a la frecuencia pero también a la estructura, al Sistema.
Este martes 22 de septiembre a las 10.00 en el Juzgado de Instancia número 1 de Cartagena (c/Ángel Bruna) estamos convocadas todas las personas que pensamos que esto es una aberración, una locura, un absurdo, una monstruosidad, una injusticia que ninguna madre tendría que soportar.
No podemos permitir que G. se sienta sola.
Se me agrieta el corazón para siempre al recordar las calles llenas el 25N contra las violencias machistas o el 8M petándolo fuerte mientras no acompañamos lo suficiente a estas madres a transitar sus dolorosos procesos en las instituciones, en los juzgados, en sus casas, en sus vidas. ¡Qué NADA significa salir a la calle dos veces al año porque lo manda el calendario! ¡Cuánto vacío político! ¡Escribir y no hacer! ¡Hacerse fotos y no hacer! ¡Desfilar y no hacer!
Es hora de hermanarse y acuerparse y no simplemente llamarse «feminista» en las redes sociales.
La camiseta no basta con ponérsela, hay que sudarla.
TODAS CON NUESTRA HERMANA G.
Martes 22 de septiembre, 10.00h
Juzgado 1 Instancia N 1
C/ Ángel Bruna, 21
Cartagena
Compartid y difundid entre vuestros contactos. Venir es muy importante, que se sepa lo que está pasando es imprescindible.
Reparar(nos) sostener(nos) y cuidar(nos) la vida es nuestra única responsabilidad
SOLAS, NUNCA
Fotos de la Rueda de Prensa de 2016
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