Por Lucía Barbudo
Como hablante nativa de una de las lenguas (el expañol) que han servido para crear la subalternidad, doblegarla o directamente exterminarla,
como profesora no-nativa de una de las lenguas (el inglés) que sirven hoy en día para seguir ninguneando el aprendizaje de lenguas minoritarias y desprestigiarlas,
como profesora no-nativa de una de las lenguas (el inglés) que sirven hoy en día para seguir ninguneando el aprendizaje de lenguas minoritarias y desprestigiarlas,
como habitante de un territorio plurilingüe cuyo pasado franquista ha intentado dinamitar todas sus lenguas menos la que eligió para con violencia, castigos, tortura y muerte hacer nación y patria,
como mujer que se niega a estar incluida en lo que se narra y nombra en masculino genérico
y como aprendiente del uso del lenguaje inclusivo (qué costoso hacerlo en expañol, una lengua que me tiene el cerebro marcado y frito por un fuerte binarismo de género)
tengo que aplaudir la frase-pensamiento de la lingüista Yásnara Aguilar: «lo lingüístico es político».
La cantidad de veces, como profesora de inglés, que me he encontrado con opiniones tipo «el inglés de Irlanda no es inglés» y la cantidad de veces que, como murciana, he confrontado opiniones del tipo «en Murcia se habla mal» sólo me sirven para pensar que hay una especie de fascismo de lengua aria que existe en el imaginario de todas las personas, se dediquen o no profesionalmente a la enseñanza-aprendizaje de un idioma.
Asociar «hablar bien» a una sola y única realización fonética de los sonidos del habla, a una exclusiva prosodia y al uso de determinados lexemas, es, querides míes, muy imperialista, muy de llevar un Gran Exterminador dentro y, por ende, muy violento. Además de ser manifiestamente ignorante, la persona que busca «la corrección» en una lengua lo que está haciendo es intentar homogeneizar hacia una de las realizaciones (sólo una más) dándole legitimidad y valía por encima de cualquier otra realización fonética, acabando, consecuentemente, con el resto de variaciones o posibilidades y expulsando a sus hablantes a un lugar de minusvaloración, marginación y chiste.
Por ejemplo, el acento hegemónico que recogen los diccionarios de inglés no es en absoluto representativo del número de hablantes que lo usan. El acento «estándar» elegido (qué casualidad) en todos (y digo TODOS) los libros de texto que se comercializaron para aprender inglés como segunda lengua en expaña hasta los años 80 es el que habla la reina de Inglaterra (qué nos importará esa señora a les demás) y los reporteros de la BBC (los medios siempre súbditos y vasallos del Poder). Originariamente, el inglés que se extendió e impuso también a las colonias del Imperio Británico fue la variedad dialectal de la capital económica y financiera entonces más poderosa del mundo: Londres.
Si atendemos al número de hablantes para buscar la legitimidad, homogeneización y estandarización del expañol o castellano, nos encontraremos que la variedad dialectal más importante es la de México. ¿Por qué entonces no ha sido así y es el expañol de Castilla la Vieja la variedad que ha acabado por imponerse como «la correcta», como la que goza de prestigio y en torno a la cual los señoros de la RAE han edificado su faloimperio? Fácil. Expaña era el Imperio y México sólo una colonia, un proyecto de violencia y expropiación más de la genocida mente colona.
Mofarse de otros acentos o variedades dialectales en cualquiera de sus formas (fonéticas, léxicas) es erigirse hablante ario. Sólo lxs acomplejadxs e insegurxs se ven amenazadxs por la diversidad. Hace falta tener bien alimentado al colono que llevamos dentro para decir que en Cuba se habla mal, que en México no saben hablar, que en Colombia no lo saben decir. Es otra de las maravillas que nos ha traído el reggaetón: identificar bien fácil a todos esos imperialistas, racistas, saqueadores, neonazis de la lengua, amigos de la Academia del Poder.
Y si hacen chiste con otros acentos, si ejercen violencia por la pronunciación de una consonante diferente a la suya, qué no harán frente a una lengua entera, a un sistema de pensamiento diferente, a una manera de estar y entender el mundo tan otra a la suya.
«HABLAR COMO ACTO DE RESISTENCIA»
Yásnara Elena A. Gil
(Fragmento incluido en
«LO LINGÜÍSTICO ES POLÍTICO», de Yásnara Aguilar, Gloria Anzaldúa y Ruperta Bautista)
«Cada vez que hablas en una de las lenguas indígenas de este país, cada vez que estableces un diálogo en lengua seri, cada vez que un pensamiento toma forma en las estructuras gramaticales del zoque, creas un acto de resistencia. ¿A qué resistimos? Resistimos a las campañas orquestadas de castellanización obligatoria, le decimos 'no fuiste suficiente' a todo el presupuesto gastado en programas, maestros y libros que nos repetían que no podíamos hablar en las lenguas de nuestros pueblos, resistimos a todos los esfuerzos del gobierno para extinguir nuestras lenguas realizados a lo largo de la historia de México como país. [... ] Cada vez que intentas aprender una de las lenguas indígenas, le dices al Estado que, aún cuando no te garantiza espacio para hacerlo, deseas, como es tu derecho, viajar a otros territorios cognitivos, territorios que el Estado pretende extinguir.»
Nota aclaratoria de Lucía Barbudo: "Escribo expaña en minúscula porque así me parece que son las patrias: minúsculas. Escribo expaña porque no le tengo respeto a este país de pasado y presente colono que sigue rindiendo homenaje al expolio y al genocidio. Escribo expaña porque me divorcio de aquí y de todos los expañolos. Escribo expaña como una manera de hacerme extranjera de todo lo que no me representa."
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